Bar hopping en Barcelona es un deporte muy practicado por locales y extranjeros. Las gringas van de arriba abajo de la Rambla con pequeños vestidos y tacones vertiginosos, mostrando sus sonrisas perfectas Made in Usa y el bronceado que lograron toda una tarde topless en la Barceloneta. Los alemanes alegres les compran cerveza a los paquis y van en manadas, así como los ñus a los cocodrilos, evitando que los carteristas los roben a todos… solo a algunos. Todos se encuentran varias veces en uno u otro punto, en los bares icónicos del Gòtic, del Raval y del Born. Uno no ha estado en Barcelona si no se ha ido de bar hopping.
Para los venezolanos, uno no ha estado en Barcelona si no se ha ido de bar hopping por los bares venezolanos.
Todo comienza muy catalanamente: bocatas y cava en la Champañería.
En la Champañería uno compra una bocata, que es básicamente un sandwichito de pan duro y jamón serrano, chorizo, lomo embuchado, fuet, o cualquiera de esas divinuras típicas de una bala fría catalana; y el precio incluye una copa de cava, así como para contrastar. Después de un par de bocatas, uno ya está bien entonado para seguir la fiesta.
Luego hacemos un recorrido al pasado: un DeLorean en Polaroid.

Cuando la cosa está buena: hora de correr al Rabipelao.
El Rabipelao es el bar venezolano por excelencia. Pequeñas fotos de Carlos Andrés Pérez, entre otros presidentes de la República, se encuentran repartidas por el local, esperando a que un conocedor las descubra y suelte una carcajada. La salsa atrae tanto a latinos como a europeos, que felices esperan media hora por un mojito de frutas del bosque preparado con ron Santa Teresa. A fin de cuentas, coctails are not fast food.
Listo para acabar los trapos: buenas noches en Espit Chupitos.
Ya para terminar la noche, es recomendable ir a Espit Chupitos, a pasos del Rabipelao. Es un local muy pequeño que no tiene ni mesas ni sillas, por lo que es ideal para tomarse un par de shots, como patada en la ingle o tres sin sacarla, y de ñapa pedir un buenas noches e irse a la casa. Si quieren hacerle una broma a su amigo que está a punto de casarse, les recomiendo que le brinden un Mónica Lewinsky: sencillamente sensacional.
Aquí la costumbre no se pierde: una arepa en la Taguara.