miércoles, 26 de enero de 2011

El rito de Iniciación...


Bar hopping en Barcelona es un deporte muy practicado por locales y extranjeros. Las gringas van de arriba abajo de la Rambla con pequeños vestidos y tacones vertiginosos, mostrando sus sonrisas perfectas Made in Usa y el bronceado que lograron toda una tarde topless en la Barceloneta. Los alemanes alegres les compran cerveza a los paquis y van en manadas, así como los ñus a los cocodrilos, evitando que los carteristas los roben a todos… solo a algunos. Todos se encuentran varias veces en uno u otro punto, en los bares icónicos del Gòtic, del Raval y del Born. Uno no ha estado en Barcelona si no se ha ido de bar hopping.

Para los venezolanos, uno no ha estado en Barcelona si no se ha ido de bar hopping por los bares venezolanos.

Todo comienza muy catalanamente: bocatas y cava en la Champañería.

En la Champañería uno compra una bocata, que es básicamente un sandwichito de pan duro y jamón serrano, chorizo, lomo embuchado, fuet, o cualquiera de esas divinuras típicas de una bala fría catalana; y el precio incluye una copa de cava, así como para contrastar. Después de un par de bocatas, uno ya está bien entonado para seguir la fiesta.



Luego hacemos un recorrido al pasado: un DeLorean en Polaroid.

Polaroid está ambientado en las décadas de los ochenta y noventa. Discos de acetato de Mili Vanili y Michael Jackson (cuando era negro), los bloques de Tetris, caricaturas en pop art y muy buena música ambientan el local. Una pared hace homenaje a las series que siempre nos harán reír: el Chavo y el Chapulín Colorado. En una esquina, como testamento a la época, una vitrina deja ver cassettes de Soda Stereo, juguetes de los personajes más recordados y queridos, entre otros objetos de memorabilia. Los precios son aceptables para los estudiantes, que atestan el bar pidiendo cócteles bautizados con nombres como Rocky Balboa, Sarah Connor y Hulk.

Cuando la cosa está buena: hora de correr al Rabipelao.

El Rabipelao es el bar venezolano por excelencia. Pequeñas fotos de Carlos Andrés Pérez, entre otros presidentes de la República, se encuentran repartidas por el local, esperando a que un conocedor las descubra y suelte una carcajada. La salsa atrae tanto a latinos como a europeos, que felices esperan media hora por un mojito de frutas del bosque preparado con ron Santa Teresa. A fin de cuentas, coctails are not fast food.

Listo para acabar los trapos: buenas noches en Espit Chupitos.

Ya para terminar la noche, es recomendable ir a Espit Chupitos, a pasos del Rabipelao. Es un local muy pequeño que no tiene ni mesas ni sillas, por lo que es ideal para tomarse un par de shots, como patada en la ingle o tres sin sacarla, y de ñapa pedir un buenas noches e irse a la casa. Si quieren hacerle una broma a su amigo que está a punto de casarse, les recomiendo que le brinden un Mónica Lewinsky: sencillamente sensacional.

Aquí la costumbre no se pierde: una arepa en la Taguara.

Una reina y un batido de guanábana… aquí en Barcelona es posible. En el Born, al final de la famosa Calle de la Princesa, queda La Taguara Arepería que bien podría ser confundido con el consulado venezolano, solo que aquí no te tienes que preocupar por tener todos los requisitos de CADIVI… Bueno… En realidad uno siempre se preocupa por eso.