...sin duda alguna...
-Mi amor, vamos a celebrar que llegaste a Barcelona con una rica cena en un buen restaurante. Tenemos reservaciones para las 8. Vístete bien bonita
Dicho y hecho, me puse la mejor pinta que me traje: un vestido de la línea prêt-à-porter de Ángel Sánchez para Beco, un cinturón, un bolerito marrón con hilos dorados que compré en Plaza las Américas, la hermosa pulsera que me regaló mi madrina y unos taconcitos. "¿Unos taconcitos?"
-Cielo, será que me pongo estos zapatitos planos, porque tú sabes cómo son las aceras aquí, y caminar hasta el metro, y…
-¡Qué metro ni qué ocho cuartos! Vamos en taxi, ¿o tú pensabas que te iba a hacer caminar por toda Barcelona en un vestidito y tacones? ¡Apúrate, que ya va a ser la hora y nos van a venir a buscar!
"¡Coño! Pero míralo a él" pensé. – Bueno, igual me los llevo, no vaya a ser que se nos antoje pasear por ahí y nos tengamos que regresar por nuestra cuenta.
Pues ya estaba yo toda ahí emperifollada, entaconada, perfumada y maquillada. Además de todos los corotos que una mujer DEBE tener en la cartera, agregué un par de zapatos y un regalo para mi novio. Ya pronto comenzaría su máster y para dar una buena impresión, le compré un bolígrafo de esos que también tienen portaminas, pero elegante. Es decir, yo tengo 2 de esos, pero son marca Pelican en plástico azul y anaranjado. Este es de los que los hombres importantes se dejan poner en el bolsillo de la camisa. Se lo daría después de comer, así como para cerrar con broche de oro la velada que me había preparado.
-Bueno, vámonos, que ya el hombre está cerca.
Ahí estábamos los dos, todos arregladitos, peinados y perfumados en la entrada del edificio y contrastábamos con todos los que pasaban a nuestro lado: los paquis, las señoras, los estudiantes y los turistas que se quedan en el hostal de al lado. Pasan algunos momentos y de repente, por la esquina llega una limosina…
(PARÉNTESIS: Nosotros vivimos al lado del Camp Nou, por lo que ver carros de lujo pasando por esa calle no es algo que sea extraordinario).
… y se detiene en frente de nosotros. -¿Qué te parece? – Me dice él sonriendo. ¡Pues me ha contratado una limosina! "¡Qué detallazo, qué fino, qué hermoso! Jamás me había montado en una de estas. ¿Ahora qué carajo hago yo con estos zapatos?"
-Quiero que veas la Barcelona que vamos a luchar por tener. Quiero que conozcas Barcelona de la forma más especial.
Casi lloré, pero los nervios y la emoción no me dejaban. Hacía un día que había llegado y no habíamos podido salir a pasear, porque debíamos limpiar el piso y porque fuimos a comprar toallas en el Corte Inglés.
Ya que obviamente la velada no iba a tener comparación, en la misma limusina y mientras llegábamos al restaurante, le hice entrega a mi novio de su piazo e’ bolígrafo. Ya qué broche de oro ni qué ocho cuartos, esto no tenía comparación.
A medida que nos acercábamos al centro, los edificios que el día anterior me parecieron propios del tercer mundo se iban convirtiendo en verdaderos ejemplos de la arquitectura. Algunos parecían palacios. Finalmente llegamos a Plaça Catalunya y admiré los edificios que la rodeaban, la gente, el Corte Inglés más grande que había visto en mi vida. Subimos por el Passeig de Gràcia, que nada tiene que envidiarle a les Champs Élyseés. En algún punto cruzamos a la derecha y ahí estaba el restaurante en el que cenaríamos, que es súper elegante y muy bien decorado. Comimos como bestias, hablamos de todo, y justo antes del postre, mi amor me pidió que me casara con él. Barcelona ya me había mostrado un poco de su mejor faceta, pero más importante todavía, hizo que él me mostrara lo mejor de sí. Acepté encantada.
Brindamos con cava bien fría, de nuevo en nuestro vehículo de lujo. Mientras paseábamos por la Rambla, estamos casi seguros de que nos confundieron con alguien de la farándula, porque las jovencitas que por ahí caminaban no dejaban de saludar emocionadas a esos simpáticos desconocidos que no dejaban de sonreír.
Vimos el Colón, el puerto, la villa olímpica, el Ritz… Vimos la Plaça Espanya, la Fira Barcelona, el Castillo de Montjuïc… Vimos Barcelona completa desde las alturas…
Ya de regreso a casa no pude dejar de pensar que sí, debemos luchar por esta Barcelona que conocí ese día. La ciudad que conocí el día anterior allí había quedado y para el día siguiente tendría la oportunidad de conocer una totalmente nueva. Y es que en esta ciudad de turistas y locos, nada es igual de un día para el otro.
Se permite tener envidia? Digo... de la cochina... pero sana... si eso existe. Barcelona es hermosa y tú cuadras muy bien con ella
ResponderEliminarTeacher de mi vida y de mi corazón!!! Sí, está permitida la cochina envidia siempre y cuando sea sana!!! Son tan contadas las cosas fabulosas que he vivido los últimos 3 años, que me permito restregarle en la cara este tipo de complacencias a la gente... A medida que las cosas mejoren, seré más humilde para no celebrar mis felicidades con tanto descaro!!!
ResponderEliminarjajajaja es muy bueno que lo pongas todo por escrito...así nuestros hijos sabrán toooda la historia...menos las partes que no podemos contar...te amo nena, escribes bonito. Continua escribiendo, tienes muchas que decir!!!
ResponderEliminarPero, has debido relatar la la expresión del mesero cuando se dió cuenta de quién iba a comerse que cosa.....tu plato era 3 veces el mio!!!